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Ano-lógicos y digitales ante la crisis del coronavirus

Cuando acuden a tu mente duros contrastes perceptivos de la realidad entre:

Los lujos de unos pocos y las miserias de muchos humanos.

La política de salón cocinada en los palacios donde reside el poder y la dura realidad que impera en innumerables lugares de nuestro mundo.

Los posicionamientos políticos sectarios y el arrinconamiento de la justicia social.

Cuando observas la interminable lucha entre egos (a cuál más poderoso) y las fatigosas tácticas de seducción empleadas por nuestros líderes políticos, con propuestas vacías de contenido e ineficaces, simplemente guiadas por el marketing electoral, la ocultación o saturación de la información, las medias verdades y las mentiras más obscenas.

Cuando parece que nuestras autoridades están más interesadas en la conquista y mantenimiento del poder a toda costa, que en la búsqueda del mayor bienestar posible para la ciudadanía

Cuando, por la indigestión de tantas maniobras de distracción político-mediática, o por incompatibilidades alimenticias, sientas como una especie de desasosiego que llama imperativamente a las puertas de tu ano… ¡expele una enorme ventosidad preñada de germen revolucionario!

Ahora que nuestros gobernantes, con motivo de la profunda crisis causada por la pandemia del COVID-19, pretenden que el confinamiento en nuestras casas vaya a formar parte de un estado de anormalidad democrática, que nos quieren hacer asumir como una “nueva normalidad” (otra etiqueta propagandística más lanzada al ruedo mediático) que ponga a prueba la capacidad de crítica y de protesta de los ciudadanos ante este estado de cosas anómalo.

Ahora que las multitudes son convocadas a través de la telefonía móvil y las redes sociales para manifestarse a favor, o en contra, de las más peregrinas de las ideas o de las acciones, aquí y ahora se proponen nuevas iniciativas políticas para encarar esa “nueva (a)normalidad” política y socioeconómica que nos ha tocado en suerte:

En primer lugar, como instrumento para la participación de la ciudadanía en la vida democrática, se plantea la constitución del Partido Radical y Pedorro para la Reconstrucción (PRPR, onomatopéyico). Su ideario, simple:

  • Saturar la Red de redes con pedos virtuales ─a cuál más original y estruendoso─ engendrados por la radicalidad digital, siempre que alguna autoridad, comunicador o ciudadano intente vendernos la burra con alguna opinión o propuesta que tan solo busque la descalificación soez del adversario ideológico, la confrontación política gratuita sin argumentos sólidos y meditados, así como la utilización de falacias y mentiras para intentar manipular a la opinión pública con el objeto de llevar el agua a su molino, o a su chiringuito político-mediático.
  • Cuando la “nueva (a)normalidad lo permita, ocupar las plazas de nuestras ciudades y pueblos con actos de pública pedorrea (audio o visual, o audiovisual) en señal de protesta por las más viles de las actitudes de los poderes políticos y económicos.
  • Desahogarse en presencia de algún farsante político o mediático, al paso, sin necesidad de detenerse ante el poderoso y manipulador de turno, o al pasar por su residencia.

Mas, todo ello también exigirá de nosotros un autoanálisis de nuestros niveles de dogmatismo y sectarismo personales y colectivos, para intentar rebajar su energía en pos de acabar con el cómodo, (in)consciente y partidista pin-pan-pun seudoideológico, para hacer posibles los consensos políticos necesarios que nos permitan trabajar en el camino de lograr una sociedad más próspera y justa.

En definitiva, se trata de convertir el gesto íntimo y tan frecuentemente reprimido, en aldabonazo público contra la moral hipócrita y las miserias humanas… A buen seguro que el pequeño tributo que soportará nuestro entorno físico, en cuanto a intensificación de la entropía por la emisión de gas metano a la atmósfera (hace milenios que las vacas han vivido tan tranquilas y tan despreocupadas por su ingente generación de gas metano), será compensado con creces por el incremento de la salud física, mental y social de la especie humana.

Otro gallo cantaría si los humanos, una vez depurados de las toxinas ideológicas más perniciosas, obedeciéramos a los rotundos dictados de nuestras vísceras gastrointestinales, en lugar de seguir a pies juntillas los imperativos de melifluas secreciones de sesos aturdidos por el deseo de poder y de gloria. Y, por siempre… la represión.

(Foto: Mister Changa Big Bang, arte urbano. Detalle de la portada de mi libro Memòria del Big Bang’, Ed. Círculo Rojo, 2020. Disponible en Amazon, Casa del Libro, El Corte Inglés y Agapea)

El virus de la corrección política

Aquí y ahora, cuando estamos confinados en casa (in hilo tempore), contando como tontos (y tontas) el número de personas contagiadas, muertas y dadas de alta médica, a consecuencia del coronavirus en España. Ahora, cuando nos tienen entretenidos (y entretenidas) con el juego de En busca del ‘pico’ perdido. Aquí pretendo realizar un análisis que vaya más allá de señalar las graves negligencias cometidas, por el Gobierno de España, demás autoridades y medios de comunicación, en la gestión de la crisis sanitaria y socioeconómica suscitada por la pandemia del Covid-19, que golpea duramente a la ciudadanía de nuestro país.

  • Por lo que respecta a la actuación de nuestro Gobierno bicéfalo social-populista, habrá que coincidir en que se limitó a verlas venir cuando la epidemia causaba estragos en China, se había extendido peligrosamente por la zona norte de Italia, y España ya contaba con casos de contagio y alguna muerte.
  • También la UEFA, la FEF y los Gobiernos de Italia y España, permitieron que, el 19 de febrero, se jugara el partido de fútbol entre el Atalanta y el Valencia CF, sin ningún control en el estadio de San Siro, Milán, ni en los aeropuertos de Italia y España. La prensa italiana ha señalado este evento deportivo como el punto cero de la expansión del coronavirus en Italia, por la concentración de 40.000 aficionados del Atalanta y 2.500 seguidores del Valencia en las gradas de San Siro, con su correspondiente dispersión por bares, restaurantes y demás establecimientos de Milán.
  • Desoyendo las directrices de la OMS y del informe elaborado por científicos del CSIC en enero de 2020, y a pesar de los 430 contagiados en España, el Gobierno no solo permitió, sino que alentó la celebración de las marchas y manifestaciones feministas del 8-M, eso sí, contando con la colaboración inestimable de rutilantes estrellas mediáticas, cuyas arengas públicas (y televisadas) han quedado grabadas en las redes sociales para escarnio de esos personajes por tan irresponsable actitud. Ningún acto público político o deportivo fue prohibido antes de dicha fecha, de manera que fueron las fiestas de las Fallas de Valencia el primer evento que fue cancelado (el 10 de marzo), eso sí, por el Consell de la Generalitat Valenciana.

No obstante, como he dicho al principio, deseo ir más allá en mis reflexiones sobre este fenómeno de irresponsabilidad político-mediática que ha puesto en grave peligro la salud y la vida de los españoles (y de las españolas, ¡faltaría más!):

Estoy convencido de que un hipotético gobierno del PP y Ciudadanos, por ejemplo, no podría haber evitado la celebración de los citados actos multitudinarios del 8-M, aunque lo deseara, por varias razones:

A) Dicho gobierno no se hubiese atrevido a prohibir esas manifestaciones (de hecho el PP y Ciudadanos se sumaron oficialmente a las mismas, y destacados/as dirigentes de ambos partidos asistieron a las marchas feministas, aunque los/las de Cs tuvieron que salir por piernas). Si el PP, partido de centro-derecha (ultraderecha para el PSOE y UP) hubiera prohibido las concentraciones multitudinarias del 8-M por motivos de alerta sanitaria, el Tsunami Feminista habría golpeado duramente al gobierno del PP-Cs. De todas las maneras, se habrían celebrado igualmente las manifestaciones, mediante la invocación al nuevo derecho a la desobediencia contra la decisión de un gobierno fascista.

B) Es evidente que las sociedades contemporáneas están fragmentadas en grupos ideológicos, que buscan sus objetivos particulares por encima de la conquista del bien común. Mejor dicho: estas organizaciones consideran que el bien común reside en las propuestas sociopolíticas que emergen de sus ideologías particularistas. Y dichas ideologías se han radicalizado. Los movimientos ecologistas y feministas, principalmente, con sus variadas ONGs, exiben públicamente sus ideologías maximalistas, con tintes autoritarios y cada vez más cargados de agresividad («¡El violador eres tú!). Entorno a ellos se ha desarrollado la ideología de lo políticamente correcto, que supone la generación del lenguaje de los arcanos del progresismo y que deriva en el pensamiento único, de manera que quien discrepe, quien no comulgue con los postulados de la neorreligión ortodoxa y progre es tildado de hereje fascista y, como tal, condenado al escarnio y/o al ostracismo públicos.

C) Mucho se habla ahora del mundo que resultará una vez haya sido superada esta crisis sanitaria y económica, cuya profundidad e intensidad desconocemos a día de hoy. Mas, una cosa debe quedar clara: deberemos madurar personal y colectivamente, al objeto de cambiar nuestra forma de pensar y actuar. Deberemos ser más responsables para no volver a jugar con nuestra salud y nuestras vidas, poniendo por encima de estos derechos fundamentales las consignas de nuestro grupo ideológico. Por ello, deberán aflorar líderes políticos con ideas y propuestas serias y eficaces, con asesores cualificados en la materia correspondiente, y menos preocupados por la imagen y la comunicación. Necesitamos menos verborrea en la accción política, menos prestidigitación política basada en la imagen del líder vacía de contenido, que tan solo busca la conquista y el mantenimiento del poder a cualquier precio, incluso mediante la ocultación de información, las verdades a medias, o la mentira descarada. Hace falta más seriedad, más responsabilidad… Auténticos líderes políticos, preparados, demócratas convencidos, que sepan afrontar con rigor los problemas graves que azotan a nuestras sociedades, aún a costa de perder apoyo electoral… Y ciudadanos a la altura de esos líderes.

En democracia, las cartas del Juego Político se reparten entre el pueblo soberano. Puede suceder que la gente opte por tragarse el farol de los embaucadores y prestidigitadores del lenguaje de la corrección política. Si es así, iremos de cabeza hacia la bancarrota segura de nuestro Estado de Bienestar. Por el contrario, si la mayoría del pueblo desea la consecución del mayor bienestar personal y social posible, apostará por los líderes serios y responsables.

Esta crisis nos ha de enseñar que nos jugamos mucho con nuestra actuación social y nuestras decisiones políticas. Pues, en este envite nos va la vida y la supervivencia de la especie humana.

 

 

 

 

Cuando #LaGente se mete en política

El Estado de las Autonomías es uno de los pilares en los que se sustenta el sistema constitucional español. Las autonomías fueron erigidas como reivindicación política de los derechos de las comunidades históricas, y en cuanto Administraciones Públicas más próximas al ciudadano, potenciadoras y coordinadoras de las Administraciones más cercanas, los municipios.

Como secuela de la profunda crisis económica, ha sido puesto en cuestión este Estado de las Autonomías, pues han salido a flote sus disfuncionalidades y algunas personas con mentalidad centralista han intentado imputarles los problemas del déficit y de la deuda públicos, aunque el ataque más fuerte contra ese Estado está protagonitado por el movimiento independentista catalàn.

Es cierto que el desarrollo del sistema autonómico ha generado una serie de sinergias negativas, como pueden ser la excesiva competitividad que se ha establecido entre las diferentes autonomías, a los efectos de acaparar competencias y recursos públicos, lo que ha llevado a un estado generalizado en el que imperan las reclamaciones por supuestos agravios comparativos que, en general, conducen al sentimiento del victimismo.

El transcurso del tiempo nos da una imagen del proceso autonómico según la cual, con la aprobación de la Constitución Española de 1978 y los Estatutos de Autonomía que le siguieron, se habría dado el pistoletazo de salida en la competición por equipos autonómicos, hacia la mayor acumulación posible de competencias y poder territorial, aunque fuera a costa de perder de vista la necesaria solidaridad entre los pueblos hispánicos, producto de los imprescindibles acuerdos y pactos entre los entes autonómicos y el Estado.

Así, hemos llegado a una situación en la que, a consecuencia de la crisis económica, conviven un sistema de financiación injusto y un (no) reparto de los recursos que pertenecen a todos (el agua, por ejemplo). En este sentido, es conveniente recordar cómo las asociaciones de regantes y usuarios, principales interesados en la buena gestión del agua, como bien común, llegaron a acuerdos para la concreción del Plan Hidrológico Nacional a través del trasvase de aguas del río Ebro. Acuerdos que fueron ignorados por el Gobierno de Zapatero a la hora de derogar los artículos de la Ley del PHN que contemplaban dicho trasvase.

Intereses partidistas y empoderamiento de determinados gobiernos autonómicos amigos, se impusieron al consenso y a la resolución de problemas estructurales graves de otras autonomías, consideradas como enemigas políticas (de diferente signo partidario) y, por lo tanto, víctimas propiciatorias de los pactos alcanzados entre los partidos que sustentaban al Gobierno de España y a las Comunidades Autónomas beneficiarias.

Aunque pueda parecer un contrasentido, es posible que la mayor facilidad para llegar a acuerdos en el seno de los diferentes sectores de la sociedad civil -en comparación con los partidos políticos-, se deba a que las organizaciones ciudadanas persiguen aquello que los autores de La urna rota califican como ‘intereses contrapuestos‘, con los que se pueden enhebrar transacciones y pactos, en lugar de la utópica persecución de un ‘interés general‘ en cuanto «ilusión metafísica en la que se refugia el legislador» que, a menudo, esconde meros intereses de partido. En determinados momentos es conveniente romper las amarras de los intereses partidistas, tejidos con la pulsión de conquista y mantenimiento del poder, así como para el establecimiento de alianzas con las fuerzas que les pueden ayudar en ese objetivo, a su vez enrocadas en sus propios intereses partidistas, por lo que resulta difícil salir de esa espiral que gira en torno al ombligo donde se miran los partidos.

Así, podemos afrontar los desequilibrios políticos y territoriales más allá del prisma político partidista -aunque sin voluntad de sustituirlo-, desde la perspectiva de la vertebración de la sociedad civil, a los efectos de darle la vuelta a la tortilla organizativa del Estado y conseguir un mejor ordenamiento jurídico y práctico en materia de régimen electoral, financiación, distribución de recursos públicos y transparencia en el funcionamiento de la Administración Pública y de los partidos políticos, así como el fortalecimiento de esa sociedad civil que, a estas alturas de la corrida constitucional, aún no parece haber alcanzado la mayoría de edad para llegar a ser sujeto consciente y responsable, activo y determinante en la adopción del rumbo hacia el que debe dirigir sus pasos la sociedad española.

Es evidente que la sociedad civil se vertebra a través de vías organizativas y comunicacionales, tanto informales como formales. La omnipresencia de las redes sociales ha de facilitar la vertebración de la sociedad civil, sobre todo entre los sectores con perfiles semejantes [Vid. artículo ¿Dónde va #LaGente?] y dentro del ámbito más informal, sin descartar su utilización en las estructuras formales (estables).

Como antes hemos dicho, la vertebración para la participación de la ciudadanía en el ámbito socio-político, ha de sustentarse en la base del municipio, en cuanto entidad pública más cercana al ciudadano, para -a través de las entidades supramunicipales como las mancomunidades y comarcas, obtener una vertebración estable de la sociedad civil, siempre conectada y siempre dispuesta a ser colaboradora y crítica con la Administración Autonómica correspondiente. (Por cierto, el papel que han de jugar, o no, las Diputaciones Provinciales, podría ser objeto de discusión).

Una vez conseguida esta estructuración autonómica ciudadana, debe favorecerse el engarce de la estructura autonómica con el Estado. Ahí, tal vez, podría jugar un papel relevante el Senado, esa institución que no acaba de encontrar un lugar claro en el organigrama salido de la Constitución, a pesar de ser concebido como órgano de representación territorial. El establecimiento de los foros adecuados para la coordinación de los diferentes territorios -en cuanto espacios habitados por ciudadanos, con culturas e intereses propios y, muchas veces, enfrentados-, podría ser una de sus competencias más importantes.

(Fotografía: Official Press. Plantà al tomb de la falla municipal de València 2017)

Pedro Sánchez. Un cadáver (político) exquisito

 

Si el  PSOE hubiese seguido la lógica plasmada en las dimisiones de  Joaquín Almunia y de Rubalcaba, cuando obtuvieron unos pésimos resultados electorales, Pedro Sánchez no habría asistido, como secretario general, al Comité Federal del día 1 de octubre de 2016 que le obligó a dimitir. En las elecciones del 20-D obtuvo los peores resultados de la historia del PSOE, que fueron superados por los aún peores resultados del 26-J. Por lo tanto, Pedro Sánchez ya debería ser un cadáver político; si se prefiere, un cadáver político exquisito. Pero no, ahí sigue erre que erre plantando cara al aparato y a los barones del PSOE, dentro del proceso de primarias abierto (en canal) por dicho partido.

‘Cadáver exquisito’ es una técnica por medio de la cual se ensamblan colectivamente un conjunto de palabras o imágenes; el resultado es conocido como un cadáver exquisito o  cadavre exquis  en francés. Es una técnica usada por los surrealistas en 1925, y se basa en un viejo juego de mesa llamado “consecuencias” en el cual los jugadores escribían por turno en una hoja de papel, la doblaban para cubrir parte de la escritura, y después la pasaban al siguiente jugador para otra colaboración.

El cadáver exquisito se juega entre un grupo de personas que escriben o dibujan una composición en secuencia. Cada persona sólo puede ver el final de lo que escribió el jugador anterior. El nombre se deriva de una frase que surgió cuando fue jugado por primera vez en francés: « Le cadavre – exquis – boira – le vin – nouveau » (El cadáver exquisito beberá el vino nuevo).

Para algunos un cadáver exquisito tiene la facultad de revelar la realidad inconsciente del grupo que lo ha creado, en concreto los aspectos no verbalizados de la angustia y el deseo de sus miembros, en relación con las dinámicas de posicionamiento afectivo dentro del mismo.  (www.elvisortaller.com)

 Las dinámicas políticas que han conducido a la emergencia en la escena publica del ‘cadáver exquisito’ que nos (pre)ocupa, comienzan con los restos ideológicos de R. Zapatero adaptadas a la nueva situación que se abre en la política española con la aparición de Podemos y de CiudadanosLas consecuencias del proceder de este fenómeno fueron tres negativas:

NO a facilitar el gobierno del partido que ha ganado las elecciones (el PP).

NO a aportar ninguna alternativa política al partido ganador, salvo invitarle, como partido ganador de las dos últimas elecciones, a que negociara la investidura de su candidato a presidente del gobierno con los partidos afines (se entiende que estos son el PNV, la exCDC y Coalición Canaria, además de Ciudadanos), de manera que si los populares lo intentaban generarían la coartada perfecta para que el pétreo Sánchez pudiera intentar ser presidente con la complicidad de Podemos y los partidos nacionalistas e independentistas (las malas lenguas dicen que ese pacto ya estaba avanzado, mediante la intercesión del PSC ante las fuerzas soberanistas catalanas).

NO a convocar al electorado español a las terceras elecciones en un año.

Evidentemente, alguna las tres negaciones eran de imposible cumplimiento en su conjunto, por lo que ante la fuerza de los argumentos para no posibilitar el gobierno de  Mariano Rajoy, y la no verbalización de una alternativa al mismo, se vislumbraba un panorama de lo más surrealista que tenía como horizonte unas elecciones generales como regalo de Navidad. El Comité Federal del PSOE del día 23 de octubre de 2016 ha despejado las dudas al respecto, con el acuerdo que obliga al grupo parlamentario socialista a abstenerse en la votación para investidura de Rajoy, y permitir con ello el gobierno del PP.

Los posibles motivos que habían llevado a Pedro Sánchez a no dimitir, a establecer su hoja de ruta, a bloquear la formación del gobierno por el partido que había ganado las elecciones (fenómeno que ocurría por primera vez en la historia de la democracia española) y, últimamente, a presentar su candidatura en las primarias que han de elegir al secretario general del PSOE, son los siguientes:

Interés personal en la supervivencia política del propio Sánchez, y de su camarilla dirigente. Es decir, seguir  vivito y coleando a pesar de los pésimos y reiterados resultados electorales.

Lucha por la supremacía del ámbito de las izquierdas, ya que buena parte del electorado de la izquierda clásica ha sido seducida por los cantos de las sirenas soberanistas y indignadas, inspirados en las desgracias personales y sociales provocadas por la grave crisis económica. El incremento de votos significativo de la izquierda republicana y soberanista catalana (a costa de la derecha del acólito  Mas) y, sobre todo, la irrupción punzante de Podemos, Pablo Iglesias en plan superstar, han provocado un fuerte sacudida en el PSOE (y PSC), y la fagotización de IU.

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Graffiti por el Parque de Marxalenes, Valencia

Max Ernst observó que el juego del cadáver exquisito funciona como un ‘barómetro’ de los contagios intelectuales dentro de un círculo de creadores. Aplicado a la situación política actual, vemos que los nuevos actores políticos -para reafirmarse en sus posicionamientos- diseñan sus argumentos para tratar de seducir a una sociedad desquiciada por los efectos de la crisis, la corrupción, y la espectacularización mediática de estos fenómenos, así como del debate político:

  • En primer lugar, se condenan los estragos sociales causados por la crisis económica.
  • Después se rasgan las vestiduras por los casos de corrupción que se generaron, en su mayoría, en la época de bonanza económica, lo que sirve de coartada para crear un cordón sanitario alrededor del PP, en cuanto se le considera como el partido corrupto por antonomasia, pasando por alto la corrupción generada en Andalucía por el PSOE, y en Cataluña por los exconvergentes de Jordi Pujol y Artur Mas, a quien el PSC facilitó el gobierno con su abstención.
  • Finalmente se remata el discurso con la voluntad inquebrantable de conseguir mayores cotas de bienestar social

Sin embargo, si rascamos más allá de la superficie en la que se inscriben las palabras de los políticos, observamos que cada uno (sobretodo si ese uno no ha ganado las elecciones y ha obtenido, sucesivamente, los peores resultados de su partido en la presente era constitucional) no hace más que jugar sus cartas con el objeto de obtener a toda costa la Presidencia del Gobierno de España, y de mantener el poder en el seno de su partido; pues el campo de juego determinado por el sistema capitalista (que nadie cuestiona) deja escaso margen de maniobra para que las diferentes formaciones políticas presenten alternativas socioeconómicas cualitativamente dispares.

Y, con demasiado facilidad, se olvida que son las urnas las que otorgan la legitimidad para ostentar el poder.

Crisis, transparencia y vara contra la corrupción

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«El imperativo de la transparencia hace sospechoso todo lo que no se somete a la visibilidad. En eso consiste su violencia» BYUNG-CHUL HAN, La sociedad de la transparencia.

Ante la falta de alternativas al actual sistema, las propuestas de los denominados partidos emergentes se sitúan en el ámbito de la lucha contra la corrupción, y la necesidad de mayores niveles de transparencia para lucha contra aquélla. Son partidos nacidos de un sustrato de despolitización, de odio a la clase política, que ahora es identificada como casta.

En el camino hacia la transparencia, se apuesta por el perfeccionamiento de los aspectos formales, procedimentales, sin entrar en el fondo del asunto. Como dice Han en La sociedad de la información, esto equivale a una despolitización, ya que «la política cede el paso a la administración de necesidades sociales, que deja intacto el marco de relaciones socioeconómicas ya existentes y se afinca allí».

Por otra parte, la exigencia de transparencia para luchar contra la corrupción, no deja de representar una proposición para que el sistema dado (el capitalismo) funcione mejor desde el punto de vista económico, para lo cual es necesario dejar hacer a los mercados sin las molestas interferencias de unos políticos que, al estar expuestos constantemente a la luz y taquígrafos de los medios de comunicación, se encuentran controlados y maniatados por éstos, además de mostrarse sumisos a los poderes fácticos del sistema. Todo ello, también comporta una tendencia hacia la jibarización del sector público a favor del sector privado, al tiempo que -contrariamente- la vida privada de las personas se transforma en pública.

En la sociedad de la información la corriente en pos de mayor transparencia se convierte en impetuosa, dado que los principales agentes de la misma son los poderosos medios de comunicación que, a través de ella, consiguen facilidades en la realización de su tarea investigadora y controladora de la actuación de la clase política, además de ofrecer al público los terribles casos de corrupción. Ante una sociedad que en su mayoría está sufriendo los efectos de la crisis, la publicación de conductas abyectas de los políticos contribuye a señalar a estos como chivos expiatorios de todos los males sociales.

Por ello, los partidos de gobierno también se suman a la onda transparente. Así, vemos que el gobierno del PP ha aprobado una Ley de Transparencia y asistimos en su día a la idea ocurrente del candidato socialista a presidir la Junta de Extremadura, consistente en la grabación de las reuniones con los líderes de Podemos , para tratar de los pactos de gobernabilidad en dicha región. Esta actividad teatral desnaturaliza la acción política, pues como indica Han «la política es una acción estratégica. Y, por esta razón, es propia de ella una esfera secreta. Una transparencia total la paraliza». De hecho, nadie se puede creer que fuera del envaramiento propio de unas reuniones grabadas, sus protagonistas no se soltarán la melena para hablar claro y raso.

No deja de ser sorprendente cómo la ciudadanía, que muestra su temor a que su vida sea controlada por el entramado empresarial cibernético y los servidores sirena (el Gran Hermano), se decante por saber todo, no solo sobre la actuación pública de los políticos, sino también sobre aspectos privados de los mismos. Es como mirar los toros desde la barrera y coincidir en ella con unos medios de comunicación ávidos de este tipo de información.

De esta manera, es posible entender el lamentable espectáculo al que estamos asistiendo, con las exigencias de cambios radicales y mayores cotas de transparencia que los partidos emergentes están imponiendo a los clásicos. Para evitar el abrazo del oso y al objeto de disfrutar de unos momentos de gloria, clavan la anilla en el hocico de la bestia, con una mano en la cadena y con la otra la vara, la hacen bailar al son que desean y efectuar giros de 180º (antes ensayados por ellos, con sus promesas de jubilaciones a los 60, renta básica, impago de la deuda…) con las poses más grotescas. Hasta son capaces de mirar con lupa la cantidad de corrupción excretada por el organismo salvaje.

Y es tan estruendosa la charanga, que hasta alguno/s miembro/s secreto/s del clan del oso se ofrece/n a grabar -y difundir en los medios de comunicación- antiespectáculos celebrados en despachos oficiales, aunque sea con dos años de retrasos y mediante la comisión del correspondiente delito.

Ahora, cuando acabamos de elegir a nuestros representantes políticos, confiemos en que la labor parlamentaria de estos no se limite a señalar casos de corrupción (en definitiva, a apuntar hacia el pasado), sino en que sus propuestas apunten hacia el futuro, allí donde habrá que buscar nuevas fórmulas para hacer posible una mejora de la calidad de vida de nuestros ciudadanos.

 

¿Dónde está #LaGente?

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De un tiempo a esta parte, asistimos a la presión ejercida sobre la clase política, al objeto de que exista un mayor grado de transparencia en la gestión de los asuntos públicos. Esta demanda se pone en boca de ese concepto sociopolítico denominado #LaGente, y bebe del manantial de la corrupción que nace antes del comienzo de la crisis económica.

Aunque se quiere vender la burra de que es #LaGente (indignada) quien reclama esa transparencia por la pérdida de la confianza en #LaCasta, la presión fundamental en ese sentido es ejercida por los poderosos medios de comunicación que, a su vez, utilizan como portavoces suyos a los líderes de los más nuevos de los nuevos partidos, es decir, aquellos como Podemos (y Ciudadanos en menor medida) que han copado -y copan- los espacios televisivos de tertulias, aún desde la época en la que existían como extraparlamentarios en las instituciones españolas y europeas.

También es lógico que sean los medios de comunicación los más interesados en las políticas de transparencia, que tienen todos los incentivos del mundo para encontrar los escándalos más jugosos, que son los que más periódicos venden e incrementan las audiencias de radio y televisión. Además, cuentan con los instrumentos adecuados para «revisar y buscar errores y omisiones en presupuestos de miles de millones de euros con centenares de partidas… [Esto] requiere una cantidad de horas de trabajo extraordinaria, lo cual está al alcance de muy pocos» (PolitikonLa urna rota). Pero, para dichos autores «cualquier iniciativa en favor de la transparencia solo va a gozar de éxito si se cuenta con medios de comunicación independientes y fuertes para hacer uso de la información .

Y, precisamente, los grandes medios de comunicación españoles no pueden presumir de independencia, ya que o bien están alineados en favor del partido del Gobierno, o bien en favor de los partidos de la oposición, lo que se ha dado en llamar «pluralismo polarizado» y que, hasta hace poco, ha favorecido el mantenimiento del bipartidismo imperfecto, a la vez que ha favorecido la desactivación de las movilizaciones de la sociedad civil, ya que los ciudadanos han delegado sus inquietudes políticas en las líneas editoriales de los medios de comunicación afines ideológicamente, y con ello se dan por satisfechos. Excepción hecha de los sectores sociales más comprometidos que, por otra parte, se conforman con asistir a manifestaciones, protagonizar huelgas, y participar en las redes sociales. Con todo ello, la sociedad civil se encuentra desarticulada y se muestra pasiva. Para Politikon,

«Contamos con una ciudadanía en general poco articulada y asociada, capaz de movilizarse puntualmente, sobre todo de manera reactiva, pero poco orientada al compromiso y el trabajo organizado a medio y largo plazo sobre fines bien delimitados».

Parece que a los ciudadanos de a pie les sobra con contemplar, cómodamente sentados en el sofá, los programas estilo Salvemos (Salvados) de luxe que se internan en nuestros hogares y extienden su influencia a las tertulias en el bar o en el centro de trabajo, con el objeto de poner a caldo a #LaCasta, haciéndose eco de las tropelías políticas denunciadas en los platós de televisión y, subsidiariamente, ante los tribunales de justicia.

Con estos mimbres no puede construirse un entramado ciudadano estable y potente, capaz de llegar a ser un interlocutor serio con la clase política y las omnipresentes y omnipotentes empresas de comunicación de masas, ya que los máximos esfuerzos de #LaGente se limitan a llevar a cabo acciones de carácter ocasional y reactivo, por lo que no pueden consolidarse estructuras políticas más participativas.

En consecuencia, no tenemos un tejido asociativo y de participación política fuerte, por lo que no existe una auténtica fiscalización vertical y las inquietudes en materia de transparencia se quedan en el morbo: sueldos de los cargos políticos, gastos más o menos justificados de las administraciones públicas, corruptelas… Como dicen los autores de La urna rota, «la apatía, la indignación ocasional y la negación sin matices de la política existente solo facilitan una política que ignore cada vez más a los ciudadanos».

Dado el estado insatisfactorio de la cuestión, se impone como tarea fundamental para sociólogos, politólogos y demás gente de buen vivir, establecer los métodos que permitan conseguir la mayor vertebración posible de #LaSociedadCivil.

(Fotografía: El león Daoíz, guardián del Congreso de los Diputados, en la falla del Ayuntamiento de Valencia. Fuente La 1 de TVE)

Entre NiNis y NoNos (representan)

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«Felipe González […] es un hombre de negocios en América Latina. Es un millonario que asesora a Carlos Slim y a los multimillonarios del continente americano. Se aloja en hoteles de cinco estrellas y ya no tiene nada que ver con aquel Felipe González de 1979 que hablaba de la democracia del pueblo o con aquel Felipe González de 1982 que apeló a la ilusión de la gente por el cambio. A Felipe González no le gustan los pobres, los odia. Las élites políticas odian al pueblo […] tenemos élites políticas que odian a la gente«.
PABLO IGLESIAS, Conversación con Pablo Iglesias, pág. 112.

Las dificultades económicas de la crisis han hecho proliferar esa especie de joven que se ha dado en llamar nini (ni estudia, ni trabaja) y que -según Eurostat- en España representa(ba) a uno de cada cinco jóvenes.

La bondad o la miseria de su status quo habría de dilucidarse a la luz de la encrucijada introducida por la Biblia sobre la concepción del trabajo como maldición, por la caída en el pecado original, y su continuidad en el paradigma marxista, según el cual el trabajo en el sistema capitalista es una lacra psicosocial que conduce al ser humano a la alienación. Por otra parte, también es conocida la postura ideológica según la cual el trabajo se erige como fundamento de la dignidad de la persona (sin trabajo no se pueden atender las necesidades básicas del individuo y su familia; sin trabajo la persona pierde un medio imprescindible para su socialización).
Sin profundizar, de momento, en ese fenómeno psicosocial, imprescindible para comprender nuestra sociedad y poder dar pautas de futuro, debemos destacar que la crisis, también nos ha traído otra clase de sector social, compuesta por jóvenes -y no tan jóvenes-: la de los nonos, aquella que gritaba en las manifestaciones organizadas por la plataforma del 15-M «no nos representan«, y que tuvo un antecedente en el eslógan «no nos falles«, dirigido por los jóvenes socialistas a su líder José-Luis Rodríguez Zapatero, y el posterior «no nos defraudes«, hacia Pedro Sánchez.
El germen del movimiento de los nonos se encuentra en el libro-arenga de Stéphane Hessel ¡Indignaos!: Ante las desigualdades, las injusticias y la miseria que provoca la crisis del sistema capitalista, se convocaba a los jóvenes, principalmente, a la indignación como posicionamiento ideológico y praxis política. Como producto de vistosos fuegos artificiales ante las contradicciones del régimen, el libro no buscaba la raíz de los problemas, ni la coherencia y radicalidad de las soluciones, sino el mero resorte emocional capaz de llevarnos a la indignación y de ahí a la protesta callejera y en las redes sociales.
«No nos representan«, es decir, los millones de votos (mayoritarios) a los partidos tradicionales (o no tan tradicionales) ¿eran de peor calidad (por no decir nulos) que los otorgados a las formaciones de nuevo cuño, o respecto de la opción de la abstención y el voto nulo? ¿Pura escoria ante cualquier número de manifestantes, por grande que sea? ¿Nimiedad ante el voto virtual que otorgan las encuestas?
Los no-nos ¿representan a una clase de ciudadanos ética y políticamente superiores a la, por ellos, denominada casta? ¿Quién, aparte de ellos mismos, les ha concedido esa legitimidad para ser «los buenos de la película» y arrogarse la representación de ‘la gente’, de todo un pueblo?
Y, en eso, llegó Podemos a las instituciones… con su petate repleto de indignación y de esperanza, y de jóvenes líderes ya baqueteados en la política de asesoramiento a gobiernos de América Latina, de cuya actividad Juan-Carlos Monedero (el ideólogo del proyecto) y otros dirigentes del partido han conseguido algún que otro emolumento sustancioso. Por cierto ¿no es este fenómeno lo más parecido al Felipe González descrito en la cita de Pablo Iglesias, que encabeza esta entrada? ¿Es el mismo el Monedero-Podemos de 2016, que el de 2011, por ejemplo? Lo que podemos afirmar es que el Podemos de 2020 ya es casta política aferrada a sus tronas ministeriales en el gobierno de Pedro Sánchez.
Cierto nivel de insolencia y atrevimiento es propio de la gente joven. Sin embargo, personas ya no tan jóvenes como Monedero, vinieron a contarnos el cuento de la Transición (La Transición contada a nuestros padres, se titula un libro suyo). Y así, a quienes tuvimos que tragarnos nuestro miedo para asistir a reuniones clandestinas y correr delante de los grises, nos espeta que nuestro esfuerzo fue inútil y que todo fue una patraña (tal vez, ¿con Franco vivíamos mejor?), y que ahora vienen ellos para romper el candado de la Transición, empezar un nuevo proyecto constituyente y poner todo patas arriba. Pero, ¿para llegar adónde?. No se sabe… De momento, el impasse institucional en el que se encontró España entre 2018 y 2020 convertía en tarea casi imposible la formación de gobierno, lo que se solventó con la llegada (¡y de qué manera!) de Pablo Iglesias a la Vicepresidencia del Gobierno de España y su cohorte de ministros-y-ministras por accidente.
También cabe resaltar la transición política sui generis de Podemos, aquella que consiste en contemplar en su programa electoral para-entrar-en el Parlamento Europeo la edad de jubilación a los 60 años, el impago de la deuda pública, la bajada del precio de la energía, entre otras propuestas maximalistas, y que ahora ya no son posibles. O sea, que en cuanto tocan poder, templan su programa político a las gaitas que resuenan en los mercados, los medios de comunicación afines y las agencias demoscópicas. En definitiva, ¿más de lo mismo?, ¿más táctica y estrategia para-entrar-en, y para-mantenerse-en? ¿Más Juego de Tronos/as?..
Aquí, en Valencia, entendemos bastante de fuegos artificiales: constituyen un espectáculo pletórico de color y de ritmo que encanta a ‘la gente’. Mas, en cuanto explota la última carcasa, todo el mundo sabe que hay que irse a hacer nono… y que «mañana será otro día»….

Por ello, tan solo queda desear: ¡Felices sueños!

(Ilustración: Graffiti en el parque de Marxalenes, Valencia)

Chivos expiatorios de la crisis

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«El problema de España es que los peores de nosotros son los que llegan al poder.
El pueblo español es muy solidario, muy generoso, es inteligente, trabajador,
pero la política se ha desprestigiado hasta el punto de que los más torpes y manejables, aquellos que menos respetan el arte de conseguir que la gente viva bien,
son los que están en el poder
«.
BENJAMÍN PRADO (escritor). Levante-EMV, 27-4-14.

Abnegados servidores del sistema (no reconocen ninguna alternativa al mismo, ¿alguien ha propuesto una salida viable al capitalismo?), los políticos tomaron decisiones difíciles para salvar al sistema capitalista de la crisis económica de 2008. Al objeto de evitar el derrumbe del capitalismo, los dirigentes de los países afectados por la crisis -es decir, casi todos- inyectaron dinero público al sistema bancario para que no se hundiera completamente, pues eso -ya se sabe- significaría la erradicación del capitalismo, ya que se predica como principal característica del sistema financiero la de actuar como sistema circulatorio de la anatomía social. Y, si falla el sistema circulatorio en cualquier organismo, el pronóstico es bien fácil: la muerte.
Una vez reconvertida la deuda privada en deuda pública, a través de ese trasvase de recursos hacia el sistema financiero, se ha producido una disminución del nivel de vida de la clase media y de los sectores más desfavorecidos de la sociedad.
Al tiempo, los agentes del capitalismo, con la inestimable colaboración del sistema mediático que ellos controlan, han lanzado una campaña masiva de desprestigio de la clase política. Una campaña que -¡cómo no!- ha calado en la opinión pública, de forma que los políticos se han convertido en el chivo expiatorio de todos los males habidos y por haber, en este periodo de profunda y extensa crisis económica.
El desprestigio de la clase política (ya convertida en casta) ha venido de la mano de los casos de corrupción (destapados, fundamentalmente, por los medios de comunicación) procedentes, en su mayoría, de operaciones irregulares y/o ilegales efectuadas en la época de bonanza, cuando la actividad económica (con la inmobiliaria a la cabeza) iba viento en popa a toda vela, el dinero corría alegremente de mano en mano (pública o privada) y era, por tanto, más fácil caer en la tentación de distraer recursos públicos hacia bolsillos privados y cajas de los partidos políticos con cuotas de poder.
Con la clase política maniatada por el incesante desfile de casos de corrupción, se producen los siguientes fenómenos socio-políticos:

1º. El pueblo (las personas que han sufrido en sus carnes los efectos nefastos de la crisis) ya tiene su particular chivo expiatorio de los desmanes sociales (lo que le exonera de cualquier responsabilidad individual o colectiva en la génesis y el desarrollo de la crisis. Evidentemente, las personas no son responsables de la crisis económica, sino sus víctimas. Aunque también deberíamos evitar caer en el populismo ramplón, de palabra (como el de la cita plasmada al inicio), acción u omisión, pues no podemos obviar que los representantes políticos son pueblo y han sido elegidos por el pueblo. Tampoco hemos de taparnos los ojos ante la verdad que esconde el dicho: «Dale un carguito si quieres conocer a fulanito»
2º. La clase capitalista fortalece su posición hegemónica en la regulación del sistema, de manera que, ante las dificultades que presentan las empresas para sobrevivir a la crisis, se llevan a cabo reformas laborales que tienen como consecuencia la reducción drástica de derechos socio-laborales, la bajada de salarios y retribuciones de los funcionarios, la congelación de pensiones, así como el aumento del paro.

Como muestra, un espléndido botón:
En la portada del mes de enero de 2015 de la revista Actualidad Económica se lee: «Contra la corrupción, más mercado. Reducir el Estado y despolitizar la vida económica y social frenaría los comportamientos deshonestos». La editorial dice:

«En contra del tan extendido dogma de que para acabar con la corrupción debemos otorgar al Estado mayores poderes que en la actualidad, el camino verdaderamente eficaz es el opuesto. La corrupción masiva solo puede darse allá donde el Estado detente un poder excesivo, que no le corresponde: si este requisito no se da, tampoco habrá espacio posible para la corrupción. Tan simple como eso».

Es decir, que la corrupción solo afecta a políticos y funcionarios depravados (cuando en los casos de corrupción resulta imprescindible la presencia de algún empresario que ofrezca dádivas, o que reciba beneficios en forma de adjudicaciones de obras o servicios públicos), pues aunque se reconoce que

«La corrupción es una lacra que puede darse tanto en el ámbito público como en el privado […] la corrupción que se circunscribe al ámbito privado es un problema que solo afecta a las partes implicadas y que debe ser resuelto por ellas«.

Con lo que estamos dando por supuesto que las prácticas empresariales gozan de la presunción de honestidad, lo que está bien lejos de la realidad, pues de todos son conocidos las ententes, acuerdos y demás actos de negocios que atentan contra los intereses de los sacrificados consumidores que (ahí, sí) no cuenta con el respaldo de los poderes públicos, sujetos a la lógica de la economía de mercado y capitalista.
Para romper estas cadenas que parecen atenazar tanto a los políticos como al pueblo que le da sustento, es necesario llevar a cabo una renovación de planteamientos ideológicos y de reforma de los postulados políticos, que sea capaz de lograr los objetivos siguientes:

a) La realización de un análisis sereno, en sus formas, y radical, en su contenido, al objeto de estudiar las causas profundas de la crisis y las posibles alternativas para, a partir de sus efectos nocivos, elaborar las alternativas socio-económicas y políticas que conlleven el bienestar social y la disminución de las desigualdes sociales.
b) El establecimiento de un pacto entre la sociedad civil y los representantes políticos, que permita devolver la confianza al sistema representativo (democrático).

Para ello, sería imprescindible modificar la legislación electoral, más que alrededor de las consabidas propuestas sobre listas abiertas (un auténtico lío) y el sistema de primarias para elegir a los líderes de los partidos (demasiado ruido para tan pocas nueces), en el sentido de fijar el número de elegidos en proporción al número de votantes. Es decir, establecer unos mínimos y unos máximos para cada institución representativa y, de conformidad con la participación de los electores en cada elección, marcar el número total de representantes.
De esta manera, se devolvería la palabra al pueblo y, lo que es más importante, el sentido de responsabilidad en la toma de decisiones políticas.
[Hay una propuesta para la sociedad valenciana en http://wp.me/p4n4JW-74, del blog lavalenciavirtual.wordpress.com]
Y los políticos, con sus hechos, deberán buscar la motivación del electorado, pues el número de cargos políticos (remunerados) estará determinado por la participación electoral.
Con esto, ¿será posible que un nuevo panorama se abra ante un ciudadano más consciente de la realidad y, por ello, más responsable de sus acciones, y que la clase política, junto con los medios de comunicación, sean capaces de introducir en su hoja de ruta político-mediática, temas de mayor calado social?
(Ilustración: Graffiti en Parque de Marxalenes, Valencia)

Transición: del Big Bang al Big Crunch

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Nunca se quedó atrás nuestro
pasado:
tenaz, entre intervalos de
aparente olvido,
nos fue siguiendo los pasos, furtivo
como un ladrón detrás de los árboles

EDUARDO MITRE, Vitral del pasado

La Transición, con el momento culminante de la aprobación de la Constitución Española de 1978, supuso una explosión en el disfrute y desarrollo de las libertades públicas, de los derechos de los ciudadanos, y el despliegue del régimen autonómico.
Ese periodo, también coincidió (tal vez, ¿por simpatía?) con un gran desarrollo de la economía española. Y ya sabemos que, en épocas de bonanza, fluye el dinero fácil y, con él, los pelotazos y los casos de corrupción que, dada la lentitud ancestral de la Justicia española, están siendo revisados en la actualidad.
De esta manera, la crisis de finales de la primera década del siglo XXI, ha provocado la mirada crítica de muchos ciudadanos, así como, sobre todo, de los medios de comunicación, los cuales han sufrido especialmente los efectos de esa crisis y del crecimiento exponencial del tráfico informativo a través de las redes sociales, lo que ha llevado a las colas del paro a miles de periodistas, a causa de la reducción de plantillas o del cierre de empresas del sector.
Esta opinión pública —y publicada— ha centrado sus diatribas contra la clase política en conjunto (la casta), por los motivos siguientes:

-La mala gestión de los recursos públicos que, en casos extremos, puede derivar en corrupción.
-La falta de democracia en la organización y el funcionamiento de los partidos políticos, contra lo cual se propone la instauración del sistema de primarias para la elección de los máximos dirigentes de las organizaciones políticas.
-Los déficits democráticos y de representación existentes en el sistema electoral, proponiéndose las listas abiertas como solución.
-La prohibición de la presencia de personas imputadas en las listas electorales.

Dadas la lineas editoriales de los distintos medios de comunicación, así como la entrada en el escenario político de partidos de nuevo cuño, como UPyD y Ciudadanos, en un principio, y después con la irrupción meteórica de Podemos, que se plasma en la presencia cuasi-obsesiva en medios de comunicación afines a su ideología, y en los Parlamentos Europeo, Español y Autonómicos, así como en los principales Ayuntamientos de España, como consecuencia de las sucesivas elecciones de 2014, 2015 y 2016.
El fenómeno socio-político que representa Podemos, puede entenderse como la galvanización en dicha formación política (hasta hace bien poco, existente como movimiento social) de la ira ciudadana generada por:

-La recesión económica, el paro, y la consiguiente merma del nivel de vida.
-El estrechamiento de la clase media.
-Las rebajas en los derechos socio-laborales de la clase trabajadora (funcionarios incluidos).

Así, al substrato de descontento social por los efectos de la crisis, hay que sumar el regular e interminable riego por goteo de los casos de corrupción que, a través de un omnipotente Big Bang, nos trae la entropía de un remoto pasado que el lento funcionamiento de la Justicia convierte en presente incandescente. Además, no podemos obviar que, según las leyes de la Termodinámica, todo sistema, por eficiente que sea, genera su dosis de entropía, de energía no útil para el trabajo, de desechos, de desorden…
Por ello, toda la energía comunicacional y política desplegada contra el «régimen» instaurado desde la Transición (concepto, por cierto, acuñado por sectores de la derecha y del que se han adueñado los sectores «indignados«), lleva camino de provocar una gran implosión (Big Crunch) del sistema democrático español, que —para algunos agentes políticos de la izquierda— tendría como fin último la implantación de la III República, en cuanto reflejo dorado de la II República, derrumbada por Franco.
Podemos ha logrado catalizar esa energía negativa (destructora del sistema, anti-sistema) y ahora su líder Pablo Iglesias se dirige hacia el charco político en el que ha de contemplar su imagen, una imagen que deseaba remedar la figura clave en la Transición democrática española: la de un carismático Adolfo Suárez, aunque con barba y coleta, con mucha teoría y nula práctica en gestión pública. Es decir, con las características políticas contrarias al modelo original, que viene del pasado, de los entresijos del régimen franquista, cuando Pablo Iglesias proviene de la tradición ideológica del marxismo gramsciano.

Aunque esta metamorfosis no deja de ser virtual, no debemos pasar por alto que Pablemos ha llegado a identificar su proyecto político como transversal, no definido ni como organización de izquierdas o de derechas, y afirma no haber nacido para dar el poder al PSOE, sino para asumir el poder por él mismo. No obstante, quien mejor puede asumir el rol de Suárez (tanto por ideología como por fisonomía y voluntad de emulación) es otro líder carismático y emergente: Albert Rivera, de Ciutadans/Ciudadanos.
De esta manera, a quien desearía encarnar Iglesias en este proceso de «retorno al origen», es al líder socialista Felipe González (eso sí, con las manos limpias de cal viva), el cual, con la ayuda inestimable de la socialdemocracia alemana, y después de desprenderse de la mochila ideológica del marxismo y propugnar «el cambio» en la vida política española, pudo llegar a habitar en La Moncloa.
Si Mariano Rajoy tira hacia Manuel Fraga (así es para buena parte de la opinión publicada y como deseo, bien confesado, por sus adversarios políticos), ya tenemos los protagonistas adecuados para protagonizar la denominada «Segunda Transición», hacia quién sabe dónde…
Cabe esperar que la escena política española no mire hipnóticamente hacia el pasado, pues, a pesar de que «cualquier tiempo pasado fue mejor», en los trayectos históricos inversos, al final, siempre acecha una dictadura.
(Ilustración: Graffiti en el Parque de Marxalenes, Valencia)

España la diña. Crónica (I): Abrir el candado de la Transición… y del Gobierno de España

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Muerto el Generalísimo, de una manera poco digna, el día 20 de noviembre de 1975, entre tubos y máquinas que alargaron artificialmente su agonía, dio comienzo el pos-franquismo, una nueva etapa sociopolítica llena de incertidumbre y esperanza, a partes iguales.
Ruptura o transición pacífica, fueron las alternativas que se plantearon en ese momento histórico. Al final, se impuso el pacto entre los grupos políticos aperturistas, provenientes del antiguo régimen, y los partidos políticos de procedencia republicana que (mal)vivían, o bien en la clandestinidad impuesta por el régimen franquista (fundamentalmente, el PC), o bien en el exterior y en un prolongado letargo interior (PSOE, principalmente).
Del acuerdo sobre el procedimiento de acceso a la democracia, no sin problemas, dudas, impasses, tanteos y retractos, nació la vigente Constitución española de 1978. Su comisión redactora, constituida por los denominados «Siete Padres de la Patria» (entre ellos, no hay que olvidar, el catalán Miquel Roca i Junyent como miembro destacado), propuso un texto que fue aprobado en Cortes Constituyentes, para ser ratificada, finalmente, por amplia mayoría del pueblo español (catalanes incluidos; vascos, no) a través de la celebración del referéndum correspondiente.
Estado social y democrático de derecho, Monarquía Parlamentaria y Estado autonómico, son los ejes fundamentales sobre los que se ha basado un desarrollo de los derechos y libertades de los españoles, durante un periodo que se puede catalogar como el de mayor y más prolongada estabilidad político-social de la historia de España que —paralelamente al mismo, o como consecuencia de él—, vino acompañado de un profundo desarrollo económico y cultural.
Pero, la crisis económica de 2008 hundió los pilares socioeconómicos e inició el camino de poner en cuestión los valores ideológicos imperantes durante la Transición y el posterior periodo constitucional, por los motivos siguientes:

-El incremento exponencial del paro, producido por el cierre y debilitamiento del sector empresarial
-El gran número de casos de corrupción político-empresarial (generados en periodos anteriores a la crisis, pero que son revisados ahora, dada la lentitud de la Justicia).
-Las acciones poco ejemplarizantes llevadas a cabo por personas que ostentan los poderes máximos del Estado, de las comunidades autónomas y de las entidades locales (incluida la Corona, símbolo del Estado).

Todo ello, provocó la emergencia de movimientos denominados «de indignación» —en referencia al célebre libro de Stéphane Hessel. Así, los movimientos del 15-M, las Mareas blancas, verdes…, se condensaron en la constitución del partido Podemos, con su líder carismático (¿por mediático?), Pablo Iglesias, el cual ha ido obteniendo éxitos notables en las elecciones europeas, autonómicas y locales, y generales.

En su día, Podemos apostó por «abrir (¿con ruptura?, ¿con la llave?) el candado de la Transición», es decir, por pasar página al periodo constituyente y constitucional plasmado en la Constitución de 1978, y abrir un nuevo melón constituyente, capaz de regenerar la vida política, a través de dotar de transparencia al sistema para acabar con la corrupción, que se considera generalizada.
Al objeto de conseguirlo, se pusieron en marcha los siguientes resortes:

-Procedimientos partidarios proclives al asamblearismo y a permitir una mayor participación de los afiliados y simpatizantes —a través de las redes sociales, en buena parte—, ya que los políticos actuales —tildados como casta— «no nos representa(ba)n».
-Una propuesta de relevo generacional, imprescindible para conseguir ese objetivo de regeneración política; fenómeno que ya se ha hecho realidad en una parte significativa de las instituciones del Estado, fundamentalmente, con la abdicación del Rey Juan Carlos I, en favor de su hijo Felipe VI, el relevo en la secretaría general del PSOE de Pedro Sánchez, y la entrada en la escena política del joven -aunque no bisoño- Albert Rivera, de Ciudadanos.

Esta aventura iniciada por los movimientos de la indignación —y cuando la estructura del Estado se vio debilitada por los efectos de la crisis—, también ha sido secundada por el movimiento soberanista catalán, a pesar de haber sido partícipe activo en el proceso de aprobación de la Constitución española, de la planta constitucional española —sistema autonómico incluido—, teniendo un peso determinante en la gobernanza del Estado, siempre a cambio de réditos en materia de recursos para Cataluña.
Así mismo —aunque de una manera más dubitativa—, el PSOE ha entrado en esta espiral de la indignación (de radicalización), en su intento de contrarrestar la pujanza de Podemos, que hace peligrar su puesto de partido hegemónico de la izquierda española y, por lo tanto, de seguir ostentando el papel de partido de la alternancia en el gobierno. Ciudadanos, por su parte, ha plantado la bandera de la lucha encarnizada contra la corrupción en su exiguo territorio y se niega a admitir en el mismo a sospechosos de la más mínima impureza política.

De momento, los logros de esa añorada Segunda Transición en España se circunscriben al debilitamiento del bipartidismo, y a la -que parece insalvable- dificultad para formar Gobiernos de España, tras dos intentos fallidos derivados de las elecciones del 20-D-15 y en la repetición del 26-J-16.

Esta nueva política -en la que predomina la miopía a la que conducen los intereses partidistas, la bisoñez de la mayoría de los líderes políticos, y la política de mercadotecnia-, en lugar de llevarnos hacia una Segunda Transición, parece que nos dirige hacia un impasse peligroso, dados los retos que debe afrontar el Gobierno de España: salida de la crisis económica, nueva planta constitucional y autonómica, «brexit»…

En fin… a ver quien es el guapo que abre este candado.

(Ilustración: Graffiti de DEIH en el parque de Marxalenes, Valencia)