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Cosmonación: reflexiones desde el ‘aquí y ahora’

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(Graffiti de DEIH en el Centro Histórico de Valencia)

Lo arrimo al oído y escucho
el sedoso zumbido
de su intensa respiración
dibujando
espirales veloces
como los astros y los pinos
de Van Gogh
.
EDUARDO MITRE, Vitral del trompo

La adquisición de la conciencia individual (sentido del yo) y de la conciencia social (sentimiento de pertenencia a una comunidad), son productos psicosociales de la evolución de la especie humana dentro de su trayectoria por el mundo. Pero, también representan fenómenos que pueden conducir a la persona hacia una especie de enquistamiento psíquico alrededor del tiempo presente y del espacio sentido como propio, en cuanto a únicos ámbitos vitales a tener en cuenta y, por tanto, a la consolidación de las ideologías que ponen el acento en la importancia del aquí y ahora.
He aquí, sin embargo, que el yo de una persona no se puede entender sin la existencia del yo de cada uno de sus padres, y el de los padres de los padres, y así hasta la primera generación de homo sapiens, y de estos hasta los primates, a los mamíferos, al resto de animales, a los vegetales… para acabar (si hay algo que puede acabarse) en el inicio de todo: el hipotético Big Bang.
El marxismo teoriza sobre el proceso de adquisición de la “conciencia de clase”. Después se ha hablado de la “conciencia social” y de la “conciencia de pueblo”. Pues bien, la conciencia de clase o la conciencia de pueblo (también la fe religiosa y el conocimiento científico) pueden devenir fenómenos incardinados en el proceso de enquistamiento del tiempo presente, fundamentalmente, en cuanto solidificación por decantación de un pasado acotado que, después, abre el paso a una concreta proyección para una vida futura de un colectivo concreto, pero que puede quedar alienada del presente y del futuro de la especie humana en general, ya sea este proceso denominado “implantación del sistema socialista”, como “consecución de la liberación nacional”, o “anhelo de salvación espiritual”…
Los humanos tenemos unos espacios y un tiempo pasado compartidos a partir de los que se perfilan trayectorias socioculturales diferenciadas. La dialéctica entre dos fuerzas (el entorno natural -genes incluidos- y la voluntad humana) delimita tanto las sociedades como las mentalidades.
Sin embargo, el fenómeno de concienciación individual o social (decantación de un pasado, más o menos nebuloso, en un presente concreto) no es un proceso circunscrito al reducido horizonte existencial de la vida de un individuo o de una familia, o de una generación, sino que puede engullir y alcanzar un espacio delimitado geográficamente y una concreta era histórica, a los que se atribuye determinadas características propias y diferentes a las de otros territorios y épocas.
Como fenómeno social paradigmático tenemos el patriotismo, o nacionalismo, que concreta una conciencia social a la historia de un territorio bien definido a lo largo de un tiempo (que reivindicamos nuestro), aunque nos remita hasta la oscuridad de la Edad Media o, incluso, más allá. Y eso genera sentimientos necesarios para el bienestar psíquico de las personas, como la seguridad que comporta el arraigo en una cultura y el orgullo de pertenencia a una comunidad. Mas, si todos estos sentimientos se decantan hacia posicionamientos insolidarios y excluyentes, se puede generar una conciencia individual y social cerrada, hermética, parcial. Aquí, entra en juego el proceso de asimilación (hacia la cohesión) de los iguales y de desagregación (hacia la marginación) de los diferentes, que incluso se pueden considerar contrarios.

guerra de banderas
(Guerra de banderas en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona)

Por tanto, contra la conciencia hermética que provoca narcisismo, egoísmo, odio y violencia (aunque genera también solidaridad interétnica), hay que oponer una conciencia abierta, relativista, incardinada en una conciencia global, y abierta a la asunción y la asimilación del largo proceso de formación de la conciencia de la especie humana que, al mismo tiempo, tanto nos remite al Big Bang como a un futuro inseguro, pero lleno de esperanza hacia el consecución de la supervivencia de los humanos (tan incierta como se quiera).
Tampoco debemos olvidar la persistencia de las conciencias contingentes (culturales, nacionales, étnicas o religiosas), pero sin perder la perspectiva amplísima, en cuanto a cósmica, de dónde venimos y hacia dónde podemos ir. Los humanos hemos de intentar integrar las diversas historias de las tribus, en definitiva, los pensamientos parciales, particularizados, con el fin de elaborar una nueva forma de conocimiento holístico, cósmico. No obstante, esta mentalidad integradora puede asumir, como uno de sus ingredientes básicos el ideal de la secesión tribal cuando es preciso oponerse a cualquier uniformismo alienador, entendido este como otro particularismo, pero con efectos devastadores sobre la diversidad cultural y la libertad de las personas y de los pueblos.
Evidentemente, apostar por la asunción de una mentalidad integradora representa una forma más del pecado del idealismo: el mundo no va por aquí. Sin embargo, si deseamos mitigar el dolor, la miseria, la enfermedad y la violencia que sufren los seres humanos, algo diferente deberemos hacer respecto de lo que hemos hecho hasta ahora.

refugiados sirios (II)
(Marcha de refugiados sirios)

Entonces, nos tocará caminar hacia lo que puede unir la especie humana en lugar de buscar las ideas que enmarcan, que delimitan ideologías, que generan dogmas enfrentados a otros dogmas, así como la violencia inherente a la conjunción íntima de pensamiento y sentimiento que nos produce la impresión de estar en plena posesión de la Verdad Absoluta.
Desde la iniciática salida de África los humanos no hemos dejado de dispersarnos. Con el intento mítico de construcción de la Torre de Babel hemos llegado a confundirnos con lenguas diferentes, aunque bienqueridas.
Una vez instalados en el mundo globalizado, tendremos que cerrar nuestro círculo vital hacia la nueva unidad de la especie.