Archivo por meses: diciembre 2016

Parlamentos de kumbayá y sobaquillo

Además de por la jerga pseudorrevolucionaria y sus soflamas demagógicas, las nuevas formaciones que provienen del movimiento de los indignados son conocidas por la exhibición pública de atuendos informales, peinados estrambóticos y, si corresponde, la utilización de la más  burda tecnología digital (vía axila sospechosa) al objeto de comprobar los niveles de resistencia odorífera de determinado cuerpo sumergido en un Parlamento, en este caso, el catalán.

No podemos olvidar que ese movimiento (anti)político tenía como eslogan principal el «no nos representan», por lo que resulta coherente su reiterada demostración de falta de respeto hacia las instituciones a las que acaban de acceder y donde reside la soberanía del pueblo, al parecer, ente diferente en su argumentario político al de la gente, en cuanto sujeto colectivo ideal al cual dicen representar.

Precisamente, ahora que están dentro de los Parlamentos necesitan emitir signos sobre la continuidad con el movimiento indignado, al objeto de marcar diferencias con la denostada «casta» política. De ahí la sentada de Pablo Iglesias con los jóvenes -y no tan jórvenes- periodistas sobre una lujosa moqueta en el incomparable marco del Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de los Diputados, la cual ofrecía una imagen que bien podría ser entresacada del Sermón de la Montaña o de un corro de boys scouts alrededor de la hoguera. Para rematar la faena solo faltó que el superstar arrancara a su guitarra los acordes del Kumbayá, a los que respondería el canto espiritual de la prensa, rendida a sus encantos…

No obstante, estas actuaciones de los herederos de la indignación solo son perpetradas en las sedes de las instituciones y ante la presencia del Rey como Jefe del Estado, por ejemplo. En otros lugares y circunstancias, como en la gala de entrega de los Premios Goya del cine español, se impone el esmoquin ante los colegas del mundo de la farándula. De esta forma, se establece un claro indicador del respeto que se profesa (o no) hacia instituciones, personajes y personas.

Ante la falta de alternativas políticas rigurosas al sistema vigente, y para superar la disyuntiva entre democracia formal y democracia real, los líderes de Podemos han optado por potenciar la democracia informal. Por ello, necesitan dar la nota -día sí, día también- al objeto de ser objetivo preferente de otras cámaras, ya sean fotográficas o de televisión. Ora se presentan con un bebé a una sesión parlamentaria; ora acuden montados en sus bicicletas al Congreso; ora se besan -reiteradamente- en los labios por el hemiciclo o los pasillos del Parlamento. En definitiva, todo pura pose; lo suyo es puro teatro. Nada de «ora», poco de «labora». Pero para la prensa son sus personajes favoritos, pues son suministradores generosos de imágenes chocantes y frases ingeniosas, en definitiva de todo aquello que es noticiable dada su originalidad.

Constatado su más rotundo éxito mediático, en cuanto Flautista de Hamelín reconvertido en perroflauta ocasional de esmoquin y moqueta, Pablemos superstar se siente capaz de llevar a todo aquel que siga sus pasos hacia el abismo, hacia la nada

 

4(4) razones para defender la Constitución Española

1.- Franco murió en la cama. Ya sea por la fuerte represión tras la derrota en la Guerra Civil, su inveterada división y/o el conformismo de la mayoría del pueblo español, las fuerzas opositoras a la dictadora no fueron capaces de derrocar el régimen franquista. Por ello, el paso de la dictadura a la democracia se produjo como consecuencia del pacto entre los políticos aperturistas del franquismo y los partidos demócratas opositores, para recorrer una vía pacífica, aunque repleta de obstáculos de todo tipo, que culminó con la entrada en vigor de la Constitución Española en 1978.

Ante el actual reto independentista planteado por las fuerzas catalanistas y de izquierda, que impugna tanto el proceso de la Transición como el texto de la propia Constitución -y que ha encontrado su mayor cómplice en el P(edro)S(ánchez)OE (OÉ, OÉ, OÉ…) de la posverdad, la mentira y el engaño, como armas con las que aferrarse al poder- cabe recordar que en la elaboración del texto constitucional intervinieron dos Padres de la Constitución -de un total de siete- que eran catalanes: Miquel Roca i Junyent, del grupo catalán (posteriormente, CiU) y Jordi Solé Tura (PSUCPC, después PSCPSOE).

2.- La Constitución española obtuvo el voto muy mayoritario del pueblo español. Como datos curiosos, a continuación se indican los resultados electorales del referéndum para la ratificación de la Constitución en toda España y en las dos nacionalidades más guerrilleras, así como en aquella cuyo himno empieza con la archiconocida estrofa que dice así: «Para ofrendar nuevas glorias a España»… Estos son los porcentajes:

  • Cataluña. Sí: 90,46%. No: 4,61%. Abstención: 32,09% (¿cabe mayor apoyo de un pueblo, identificado con la norma suprema?).
  • Euskadi. Sí: 69,81%. No: 23,53%. Abstención: 55,34% (el PNV optó por la abstención).
  • Comunidad Valenciana. Sí: 88,84%. No: 6,97%. Abstención: 25,86%.
  • Total de España: Sí: 88,54%. No: 7,89%. Abstención: 32,89%.

Tal ha sido la identificación del nacionalismo catalán con el sistema constitucional, que aquel se constituyó como fuerza política determinante para la gobernabilidad del Estado (ya fuera con gobiernos del PSOE o del PP), por lo que obtuvo a cambio privilegios en materia de inversiones, mayor autonomía en materias como educación, tributaria, e incluso la penitenciaria (única autonomía que la tiene atribuida), así como que el establecimiento de los sucesivos sistemas de financiación autonómica siempre se llevara a cabo con el plácet catalanista.

Sin embargo, aprovechando las consecuencias nefastas de la crisis económica sobre las personas físicas (precariedad económica) y las Administraciones Públicas (déficit fiscal y deuda), que coincidía en el tiempo con el destape del régimen corrupto del 3% fundado por Jordi Pujol, se puso en marcha el denominado procés para intentar llevar a cabo la independencia de Cataluña, desbordando los cauces señalados por la Constitución y el Estatut para cualquier enmienda del sistema democrático.

3.- La gente de esa época (por entonces ya había gente) votamos en un mismo lote la Monarquía Parlamentaria, como forma de gobierno; el Estado Social y Democrático de Derecho; la unidad de España y el Estado Autonómico. Con ello, se deseaba encarar un futuro de esperanza y relegar para la Historia la Guerra Civil, la dictadura franquista y la añoranza del sistema democrático de la República, un régimen democrático, efectivamente, pero plagado de divisiones sociopolíticas, luchas intestinas entre las diferentes fuerzas políticas y de hechos políticos violentos.

4.- Como consecuencia de los ya mencionados efectos nocivos de la crisis económica, las fuerzas populistas nacidas del movimiento de la indignación social y mediática, en coalición con el oportunismo secesionista y sus comprensivos aliados, alzaron la voz sobre la necesidad de llevar a cabo una reforma en profundidad de la Constitución (cuando no enmendarla en su totalidad o, simplemente, ciscarse en ella). Al respecto, se puede constatar:

  • La Constitución española establece los cauces para llevar a cabo su reforma (ya sea esta simple o profunda), los cuales precisan de amplios consensos parlamentarios. Cualquier otra forma de intentar enmendar el texto constitucional ajena al mismo, ha de ser considerada como un ataque a los principios fundamentales de la democracia, pues la Constitución es la obra suprema legal donde se refleja la soberanía de TODO el pueblo español, catalanes y vascos incluídos.
  • En la mayoría de las ocasiones, más que de reformas constitucionales, haría falta poner los recursos necesarios para hacer efectivas las disposiciones que garantizan derechos individuales y colectivos como, por ejemplo:

a) Acceso a una vivienda y a un trabajo dignos

b) Independencia y funcionamiento eficaz del Poder Judicial.

c) Financiación autonómica. (El bochornoso caso de la infrafinanciación de la Comunidad Valenciana -que ya parece olvidado ahora que gobierna la «izquierda» tanto en Madrid como en Valencia- se trata más en profundidad en la entrada Ni financiación, ni RTVV, ni ministros: El pueblo valenciano, fuera de la Constitución: http://wp.me/p4n4JW-h9).

d) Descentralización amplia del Estado para evitar duplicidades administrativas y hacer más eficiente el sistema.

e) Solidaridad interterritorial que ponga sobre el tapete autonómico no solo el trasvase de dinero de las Comunidades ricas a las pobres, sino también de recursos físicos tan vitales como el agua, por ejemplo.

[…]

44. Si hay alguien ahí, y que desee profundizar en el debate sobre la reforma constitucional, encontrará una sucinta propuesta en la entrada Se les está pasando el arroz (a #JuntspelSeny, de la Tierra Media): http://wp.me/p5yGMp-3P .

En España se enterraba muy bien

Puede parecer un contrasentido más de la racionalidad humana, pero los hechos lo constatan: en general, los humanos dispensamos un mejor trato a los muertos que a los vivos. “En España se entierra muy bien”, se atrevía a decir el exdirigente socialista Alfredo Pérez Rubalcaba.

Pues, cada vez con mayor frecuencia, observamos los espectáculos ofrecidos como homenaje en memoria de las personas muertas, incluidos los aplausos multitudinarios que se tributan al paso del féretro (¡como si el difunto -ya convertido en símbolo inerte de su vida y milagros, y amuleto contra nuestra propia muerte- pudiera escucharlos!).

Mas, como ya comienza a ser criticado este trato preferente hacia los muertos en detrimento de los vivos, van implantándose los homenajes a las personas aún vivas. Sin embargo, ser objeto de semejante tributo bien pudiera ser síntoma de mala salud: probablemente algún ser estimado ha detectado que tus días en este mundo traidor están a punto de agotarse, y por eso te preparan la despedida que te mereces.

También resulta evidente que, en todo momento, el difunto siempre supera en bondad y sabiduría al vivo; por lo menos así se manifiesta en los elogios y adulaciones que se dirigen hacia el muerto y que tanto regateamos al vivo. Este forma parte del mundo, participa en la lucha por la competencia para intentar sobrevivir y flotar; en cambio la persona muerta se aparta de nuestro trayecto vital y ya no representa ningún obstáculo en nuestra marcha que, a menudo, consideramos triunfal.

Además, los muertos se convierten en aldabonazo, en símbolo, de nuestra existencia finita, y eso representa otro motivo para la reverencia que les dispensamos. Los muertos abren la senda que más tarde deberemos recorrer los que fuimos testigos de su tránsito hacia el interior del ataúd. En este sentido, el respeto manifestado en los ritos del entierro suponen una especie de exorcismo de nuestras propias muertes, un hecho que la conciencia considera inevitable, pero que nuestro instinto de supervivencia intenta negarle su certificado de veracidad.

Ay, si cuidáramos tan bien a los vivos como hacemos con los muertos!; otra sería la faz de la sociedad humana. Un nuevo lema (parafraseando el mensaje cristiano) podría cambiar el signo de la especie humana: “Respeta al vivo, así como respetas al muerto”, porque -podríamos añadir- tarde o temprano te tocará hacer el muerto.

P.D.: Naturalmente, estas reflexiones sobre principios éticos de nuestra sociedad han quedado obsoletas con la llegada a España -y al mundo entero- de la nueva e indignada política. La trágica muerte (¡existe alguna muerte que no sea trágica!) de Rita Barberá ha aflorado a la superficie mediática el odio reconcentrado que determinadas personas y fuerzas políticas ya manifestaban en vida de la exalcaldesa de Valencia y senadora.

Así, los líderes de Podemos, por ejemplo, no se han cortado ni un pelo de sus coletas pseudorevolucionarias, a la hora de sentenciar que la política fallecida era una “corrupta” (a pesar de no tener ninguna sentencia judicial que así lo dictaminara) y negarse, por ello, a observar el minuto de silencio que le tributó el Congreso de los Diputados, como respeto a un referente del sistema democrático español y valenciano.

Ay, si a Rita Barberá se le hubiese respetado, como mínimo, el derecho de presunción de inocencia que corresponde a todo ser humano, hasta que la muerte la separara del resto de la humanidad (aún) viviente… y más allá…