Una moción de (censura) vergüenza

Ahora que se cumplen cuatro años de la moción de censura que desalojó de la Presidencia del Gobierno a Mariano Rajoy, conviene reflexionar sobre los efectos que generó ese insólito episodio de la historia de la democracia en España.

Todo se conjugó a través de esa plataforma político-comunicacional que he dado en denominar #DemocraciaVirtualYa. Pues fue esta auténtica marea política la que se centró en la campaña de acoso y derribo contra el PP de Mariano Rajoy, al que descabalgaron de la Presidencia del Gobierno mediante una calculada jugada que se abría con una frase de un juez del Tribunal Supremo, según el cual el testimonio de Rajoy «no era creíble», la sentencia condenatoria por la corrupción en dos Ayuntamientos de Madrid, que al instante fue catalogada por los medios de comunicación y, naturalmente, por los partidos de la oposición como «sentencia demoledora». De ahí a ganar la moción de censura y a la entrada de Pedro Sánchez en la Moncloa.

A partir de este fatídico capítulo de la historia de la democracia española, empieza el relato de una «nueva realidad» política dominada por la falta de escrúpulos de un líder criado en las tertulias televisivas, sin la menor experiencia en la gestión de los asuntos públicos (ni del sector de la empresa), pero que se maneja como nadie en el terreno del marketing y de la imagen, especialista (y bien asesorado) en la manipulación de las conciencias con el único propósito de conquistar y mantenerse en el poder.

Tal es así que, a pesar de haber afirmado una y mil veces que no pactaría ni con populistas, ni con separatistas, ni con Bildu, se ha saltado a la torera esas (falsas) promesas electorales para hacerse con la Presidencia del Gobierno de España y constituir un ejecutivo de coalición con Unidas-Podemos.

Desde entonces, la ocultación, la saturación informativa, las medias verdades y las mentiras más insolentes se han apoderado de la vida política española. Todo ello añadido a la nefasta, ineficaz e irresponsable gestión de la crisis sanitaria y socioeconómica producida por el COVID_19, cuya principal respuesta fue la declaración de un estado de emergencia inacabable (posteriormente tumbado por «sentencias demoledoras», estas sí, del Tribunal Constitucional) y sostenido mediante el mercadeo político, ahora con ERC, después con Ciudadanos, más tarde con Bildu, siempre con el PNV…

Y mientras, su Vicepresidente 2º (Pablo Iglesias) se empleaba a fondo para mantener viva la llama del guerracivilismo, que tan sustanciosos beneficios políticos aporta a la «izquierda», anclada ideológicamente en la Segunda República, y como parte de las reiteradas maniobras de distracción ante la profunda crisis institucional y socioeconómica que se abre ante nuestros ojos, orquestadas desde el gobierno más numeroso y marrullero de la historia reciente de España.

Como consecuencia de todo ello surge un interrogante: ¿Qué pudo (qué puede) salir mal?

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